Una amiga es para siempre. [Kat]

Llevo un par de días fuera, para desintoxicarme un poco, a veces solo apetece desconectar, vas a las montañas del sur y te pierdes, no molestas a nadie, y vuelves a los dos días, y en cuanto te reconocen te revuelven el pelo y dicen "La pequeña Juliette, siempre haciendo de las suyas." No se enfadan ni nada, es algo que lleva doscientos años sorprendiendome, la libertad de perderte allí donde nadie te encuentre, y la seguridad de que cuando decidas volver, cuando te sientas totalmente liberada de ataduras, ellos te recibirán con la mejor de las sonrisas.

La pradera, el lugar más tranquilo, el lugar más divertido para cazar, y por allí estoy yo perdida, corriendo, sintiendome libre, es esos momentos en los que disfrutas de una soledad preciosa, el viento hiela aún más mis mejillas, esta muy bien. Salto de árbol en árbol riendo hasta que llega a mis fosas un olor calidamente familiar. Sonrío sin querer, respiro su dulce aroma y corro hacia la linda Le Blanc y salto en su espalda. -Ha llegado la enana. - me río, hay malas lenguas que aseguran que los clanes se llevan mal, pero yo solo puedo adorar a esta vampira Le Blanc.

Un día como cualquier otro, aburrida en la residencia, los chicos leen o conversan entre ellos mientras miro por la ventana sin muchas ganas de nada, ¿será el frío? estúpida idea, el frío no me afecta en lo absoluto, ni siquiera lo siento, mi piel es inmune al mismo o a cualquier tipo de temperatura, lo que los hace más sencillo para mi, ya que puedo usar lo que desee sin miedo a enfermar.

Luego de unas cuántas vueltas alrededor de la sala, corrí a mi habitación, me coloqué una chaqueta de cuero y salí a la intemperie, menos mal que no estaba nevando, aunque si lo estuviera daría lo mismo, pero no podría disfrutar del lugar a donde me dirigía ahora. Mi velocidad es más rápida de lo normal asé que al cabo de unos segundos ya me encontraba en la pradera.

Un lugar tranquilo, caminé durante un rato hasta que alguien saltó sobre mi espalda y si no hubiese reconocido la voz ya hubiera atacado. Me reí y la miré entusiasmada. -Juliette, que bueno encontrarte por aquí- le dije despeinando un poco su cabello, por más que era de otro clan y se supone no deberíamos ser amigas no me importaba en lo más mínimo. -¿Cómo estás?-

-De maravilla. -respondo y bajo al suelo. -¿Sigues siendo tan rápida como la última vez que te ví? -río y salto rápidamente de árbol en árbol riendo, me encanta jugar, es lo bueno de ser vampira. Salto, doy vueltas en el aire, es tan divertido, todo esto me lo ha enseñado Katherine, le estoy eternamente agradecida por lo que ha hecho por mí.

-Hace tanto tiempo humano que no te veo, ¿Dos semanas no? Eso es una eternidad. -bromas de vampiros. Retiro mi pelo pelirojo detrás de mi oreja y sonrío mirandola, adoro a esa chica, es como mi hermana mayor, sí, es como Ophal, pero de otro Clan, y esa es la pena, deberíamos llevarnos tan tan mal, es como una convención entre clanes, pero no, nunca ha sido así, siempre he adorado a esa chica de ojos rojizos y cabello castaño.

La miro mientras sonríe y va de un árbol a otro, siempre la consideré una chica tan enérgica y dulce, me agradaba, no importaba si pertenecía a un clan enemigo, nos habíamos encontrado durante uno de los tantos conflictos que solíamos tener entre vampiros y no pude odiarla, así que aunque nadie lo sabía éramos amigas en secreto. Desde ese momento la había ayudado en una de las etapas mas difíciles para ella que era acostumbrarse a su nueva naturaleza y a demás la protegería de todo.

-Sigo siendo rápida, ¿quieres que juguemos una carrear?- dije con una sonrisa divertida y mirando cuánto había mejorado desde la última vez que nos habíamos visto en las praderas que era el sitio dónde nos reuníamos para que nadie se diera cuenta.

-Hace ya unas semanas que no nos vemos, ya sabes con todo esto de las luchas no he podido salir mucho de casa, mi tío dice que tengo que estar atenta por si alguien quiere atacarnos pero en realidad solo deseo estar en pez- dije mientras pensaba que no me gustaban los enfrentamientos, me había acostumbrado a ellos pero prefería mil veces estar en paz con todos.

Me río. -No Leblanc, eres demasiado abuela. No está bien aprovecharse de los mayores -bromeo colgandome bocabajo de un árbol, mi pelo cae en cascada hacia el suelo, me encanta ser vampira, ¿Qué no se puede hacer cuando lo eres?

Luego escucho lo que dice en tono serio, le entiendo, porque las cosas nunca han sido fáciles para las vampiras como nosotras, tan jóvenes aunque tan mayores, nuestra apariencia engaña con una edad falsa que nos hace parecer más vulnerables, aunque en realidad no lo somos. Podríamos partirle el cuello a la mayoría de los vampiros que merodean por aquí, somo el arma secreta de nuestros clanes, pues nadie se espera una fuerza increíble, de unas personitas con tal rostro angelical.

-¿Por qué no vienes con nosotros Kat? Los Harrison siempre estamos en paz. -digo como siempre, intentando convencerla para que se uniera a nosotros, para que dejasemos de ser amigas en secreto.

Me río mientras la miro colgar de los árboles, tiene tanta energía que hasta gracioso me parece, pero es claro que no fue convertida hace demasiado tiempo y cuando uno pasa ya más de 200 años en esto llega un momento que todo parece igual, a veces me preguntaba si algo cambiaría en mi vida o por el contrario continuaría de la misma manera, pero ya era tarde para eso, era yo...un vampiro y por decisión propia.

-De acuerdo, mejor no juguemos tengo miedo de quebrarme un hueso- dije en broma, ya que eso jamás pasaría, estaba destinada a ser sana y eterna por siempre, supongo que aunque eso tenía sus ventajas también estaban los contras pero me gustaba ser así, disfrutaba cada minuto de mi inmortalidad y era agradable no tener que cuidarme de la fragilidad humana.

-No puedo dejar mi clan, ¿qué dirá mi hermana? a demás no podemos estar muy lejos, me gustaría estar en paz en mi clan también pero eso es imposible con los Diatlov dando vueltas por ahí...esos malditos vampiros- dije molesta, si no fuera por ellos que siempre andaban armando revueltos nosotros estaríamos en paz.

-Esos Diatlov... son unas ratas de alcantarilla, realmente son lo peor. - le digo, nuestro odio por los Diatlov es común. Son malvados, retorcidos, despiadados. Me daban un poco de miedo y los evitaba a toda costa por ello. Edward, mi padre, nos había dejado bien claro a todos los chicos del Clan que no debíamos acercarnos a ellos bajo ningún concepto, eran malos, y todos los habíamos visto actuar.

Katherine y yo nos habíamos quedado noches enteras hablando sobre ellos, sobre lo que les impulsa a portarse así, son almas perdidas entre un mar de maldad incontrolable, almas reprimidas, corazones que al dejar de latir, pierden toda su piedad y consideración.

La miro, desde allí arriba colgada del árbol. -Mejor no hablamos de ellos, me ponen de mal humor. -Busco otro tema de conversación. -Tenemos irnos de compras un día.