Casting para Thomas J. Diatlov

Noches serenas, noches de soledad donde no había nada mejor que hacer que tomar un trago y disfrutar de la ocasión ya sea desgraciando la presencia de alguien venido al lugar, consumiendo de la mejor adicción roja del mundo o simplemente haciendo a las mujeres más interesantes del lugar parte de la lista de mis experiencias de una sola noche. Era interesante entrar al antro y ver contorsionandose de forma alocada a la mayoría de las mujeres, necesitaban a un hombre que las complaciera a todas pero yo no metería mi miembro viril en cada una de ellas, hay que tener clase y gusto aunque particularmente las mujeres son hermosas, salvo una de ellas que se llevo el trofeo de musa en mi vida, ¿Que diablos hacia yo pensando en Katherine LeBlanc en un antro?, debía despejar la mente del mal recuerdo de su sonrisa dulce.

Desfile por el lugar tratando de encontrar a alguien que fuera lo suficientemente inteligente para no estar moviendo su trasero para narcotraficantes, hombres casados y seres mágicos del lugar y fue ahí cuando la vi, escuchando Good Feeling, era aceptable para la noche en la que me veía rodeado.
Los ojos azules claros de la muchacha sentada en el bar andaban perdidos, buscaban acción, buscaban algo que se diferenciara en el clímax del lugar. Lo notaba por el latido de su corazón, era tan sencillo saber que era lo que le pasaba a los humanos por la cabeza, tan sencillo y tan estúpido que sabia como podía ser mía en poco tiempo. Fui directo hacia ella, no necesitaba acechar porque la mirada decía que no tenia compañía y mucho menos que alguien la esperaba en casa, universitaria en vísperas de navidad, presa fácil. Ella me vio, sabia que su búsqueda había finalizado sin esperar cual seria el final de su aventura. Di vuelta a poca distancia de ella para ir directo a la puerta trasera, sabia que no eran necesarias las palabras, el día de hoy no. Abrí la puerta y mis ojos fueron cegados por un par de suaves y delicadas manos, pregunto a donde iba, yo no pronuncie ninguna palabra solo volteaba para verla directamente a los ojos, el sublime brillo de la vida humana se mostraba en sus ojos. Debía tener 19 años a lo mucho, pero nada podía hacerse, simplemente no era su día de suerte y se había enganchado con el tipo menos indicado del lugar. Hasta un narcotraficante se consideraba inocente a mi lado.

Mis ojos brillaron ansiosos por probar de aquella sangre que nunca había tocado grado de alcohol, cigarrillos o drogas. La sangre virgen fluía con menos dificultad. Sabia contenerme pero ese no era el instante, verifique rápidamente los alrededores, no había nadie y cuando me disponía a morder el cuello pálido de la chica sus labios aprisiono mis labios con los suyos en un beso apasionado en el cual ella misma hizo el trabajo de derramar la gota gloriosa. Se aparto al sentir el sabor de su sangre, pidiendo disculpas por la imprudencia, yo la volví a atraer a mi cuerpo y ella al sentir la piel helada de mi inmortalidad se estremeció pero de una forma satisfactoria. Era como la lucha entre la vida y la muerte, en lo cual era obvio que la muerte iba a ganar. Me cansé de sus labios sabor menta y la forma caprichosa de besar como una niña de 13 años por lo que a la siguiente gran gota de sangre solo me dedique a absorber lentamente. Mi acompañante debía sentir el placer que yo le proporcionaba, no debíamos ser desagradecidos. Sonaba una de Bowie, una de mis preferidas y mientras balanceaba a la chica junto al ritmo iba bajando mis labios hacia la yugular, desesperada en esos instantes gracias a los besos llenos de frenesí. Deje un camino de sangre entre sus labios y la vena exasperante, el movimiento de caderas de ambos se hacia responsable de la humedad entre las piernas de la muchacha y mientras absorbía con delicadeza pequeñas partes de la piel de su cuello los colmillos atacaron.

"Let's dance
 or fear your grace should fall... 
Let's dance
 for fear tonight is all"

Termine de absorber a los pocos segundos aún con Bowie en mis oídos y sin más remedio me propuse a tomar el cuerpo inerte entre brazos e ir a la calle donde la bella se asomaba. Deje el cuerpo en la puerta, justamente en la forma dramática en la que murió Julieta y un papel color azul con letra plateada en la mano inerte. Marche a casa con una sonrisa complacida en el rostro recordando el recado en aquel papel azul.

"Bienvenida a la jungla querida Katherine".